martes, 18 de mayo de 2010

Yo temo, tú temes, él teme...

“Después de que te robaron, ¿no te quedaste con ese miedo...?”

Me lo preguntó todo el mundo cuando conté que me asaltaron: si no me quedé con el miedo.

Repasé mil veces la escena del robo en mi cabeza; es inútil, no me acuerdo de todo. Vi un cuchillo, pero tal vez no. El buzo de la ladrona era gris, aunque no estoy segura. Tenía el pelo enrulado atado en una colita y no aparentaba más años que yo. La voz me la acuerdo y también que me dijo “pelotuda”, me quedó sonando.

¿Y lo otro, la sensación? No sé si fue el temblor en la voz, los ojos abiertos y fijos o tal vez el hecho de que no me tocó un pelo. Capaz que fue cuestión de empatía, de que era joven o de que era mujer. Capaz que justo tenía esos ojos que cuentan historias. O capaz que, simplemente, se le notaba.

“¿Y? ¿Te quedaste con el miedo?”

Sí. Me quedé con el miedo que reflejaba la piba que me robó.

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