domingo, 3 de julio de 2011

Mantra

Me pidió que le prendiera un pucho en la hornalla de la cocina mientras se acomodaba en el umbral y yo no prendí la luz cuando entré, aunque las insulsas llamitas azules de cierta forma rasgaron la imperturbabilidad de la cosa. Bueno, es que después de eso ya no podía afirmar que nadie había pasado por mi casa, por mí.

Compartimos un frío de madrugada, un clima de medio-secreto, una catarata de pavadas y algunas cosas que no me acuerdo. El humo era un resto, la diferencia entre que hubiese venido y que no (así de insignificante, vaporosa y efímera; así de poquito me importaba). Pero me acuerdo de que buscó abrigarse las manos debajo de mi remera y que yo busqué en su tacto mi cara de ese tiempo, le pedí a su boca que me diga mi decir. Y como tantas otras veces, me contó mi cuento preferido: que yo era una luna, radiante, redonda y completa.

8 comentarios:

  1. Hermoso Pauli, me gusta esta faceta! No me la voy a perder.

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  2. Meeeeencaaaaaaanta todo lo que leo acá mujer :)

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  3. Hermoso, la verdad que hermoso. Me diste ganas de seguir con mi blog

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  4. Qué lindo escribir, che. Inspirador.
    Saludos.

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  5. Paula, escribis muy bien, y seguramente estudias psicología (en la unr, casi seguro, por el discurso psicoanalitico), gracias por prestar estos relatos que son preciosos, originales, espero seguir en contacto, Pablo

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  6. Pauli, una vez mas te admiro.

    Lo sabes, no??

    Naty

    Se, cree nuevo blog...

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